22/4/10

La fragancia del fervor (A propósito de la poesía de Juan Cervera)

Vida continua. Juan Cervera hace realidad aquella semblanza por “soleá” que en 1962 le dedicara el poeta Manuel Ríos Ruiz:

“A Juan Cervera Sanchís
le nace la poesía
con solamente vivir”

Da siempre preferencia a los temas de carácter espacio-temporal, como lo prueba la constante evocación de su tierra andaluza, que revela su nostalgia, su constante expatriación real o visionaria, y a la vez la quimera del retorno, pues sigue soñando con ella.

Todo en su poesía es nostalgia, pero no del mundo de la inocencia, sino de lo humilde. Puede hablarse, incluso, de hipérbole de nostalgia: emociones y recuerdos de la provincia, gustos andaluces. Momentos y personajes de su pueblo natal (Lora del Río, ese pueblo hecho vuelo). Siempre en activo, injubilable y Crisóstomo, aúna el corazón, la inteligencia y la intuición, provocando de esta manera móviles más profundos. Como en Azorín, su tema característico es el paso del tiempo, el “fugit tempo irreparabilis”, en el distanciamiento o el tiempo inmedible. Así, su tristeza, muy digna, pero muy intensa y dolorosamente, da cuenta de cómo se recuerda en la poesía de aquello que no fue, entendiendo, admirando y justipreciando la vida, por mucho que se pene y se luche.



Toda su poesía está impregnada de encantamiento de existir, encantamiento que da unidad, corriente continua, pese al aliento abundante, disparejo, de su obra, que se nos muestra irónica, trágica, melancólica, tierna, sensual, elegíaca o repetidora de lo popular, según el ánimo. Pero siempre con un robusto sentido de su realidad. Es así que toda su obra dispersa el ciclo vital de un hombre. Bien le cuadraría lo de “gran lírico agónico”, según la conocida expresión de Pedro Salinas, aunque no hay que olvidar que Juan Cervera evidencia también una severa formación de clásica prestancia, preferentemente Quevedo, sobre todo a la hora de hacer sonetos.

Como lírico —dado su firme acento del romancero— es romántico, pues para él el mundo no es sino un gran poema que aprehende el ser, el ser que se deja absorber y dominar por la fuerza cósmica. Sin duda, este fervor religioso disimula en más de una ocasión una obsesión existencial, apareciendo el verso nutrido de cierta preocupación filosófica, en el resultado más que en la intención. Ronda el panteísmo, dado su anhelo encendido de deshacerse en los elementos y en la naturaleza, con un verso expresivo y rico, casi siempre sencillo, natural, que hace que sea un poeta asequible para muchos, que de dentro a fuera, de corazón a corazón, nos habla en secreto, pero hondo, de la vida.

Ahora bien, este panteísmo le lleva a concebir la relación entre el Principio divino y las cosas desde el único aspecto de una continuidad existencial, lo cual, dicho en términos metafísicos, lleva a confundir la identidad esencial de la manifestación del Ser, con una identidad substancial. De todas formas, Juan Cervera siempre da palabra de amor, en lo que significa como aporte afectivo y sincero, pese a la época descreída que vivimos. A este respecto, no es de extrañar que de vez en vez se permita una quiebra en el énfasis de la gravedad, bien para mostrarse irónico, observando y glosando con humor impertérrito, con malicia sonriente, o bien para gritar de rabia, en un desplante de los suyos, pero con mucha picardía, entre bromas y veras, que le caracteriza, donde hasta la ironía resulta ser una forma más de la nostalgia.

Juan Cervera, a pesar del drama de nuestro tiempo, que se resume quizá en una especie de vacío psicológico, de vértigo abierto bajo los pasos del hombre por el mundo, lleno de comodidades y peligros, de libertades y de obligaciones, de promesas y amenazas…, haciéndose evidente el “sin-sentido” de la vida moderna, viene a insinuarnos que sólo con la presencia del “hombre vivo” es posible el “heroísmo” último que conlleva al vencimiento del absurdo, prefigurando más allá del tumulto de los sentidos que lo anuncian, una especie de embriaguez panteísta, como diciendo que en todos los tiempos y bajo todos los cielos es necesario que se cante la felicidad de todos los días. En este contexto, se canta a la vida, por cuanto tiene de fiesta, de derroche, de efímero, de contexto vital y religioso, pero sin ir más allá de un confusionismo místico sentimental. Naturalmente, ni que decir tiene que, en esta consideración, la poesía ocupa un lugar central, como gran liturgia de la vida, que le sirve para recorrer los caminos de la duda, ante la claridad y la sombra, para bucear dentro del alma, interrogar a esa máscara, profundizar en los abismáticos arcanos de la interrogación humana, mostrando desolación y tristeza; sosteniendo un diálogo contra su propia conciencia; repitiendo las oscuras respuestas a sus preguntas. Aquí la poesía no es ya no producción ni reproducción de uno mismo, sino el pulso del mundo visible, el pulso de lo fungible que le asalta en el cautiverio de la vida, sin resignarse ante la muerte, sin tomar por necesidad lo que no es sino contingencia; ahondando en la médula de lo importante con riqueza y vigor expresivo.

En este mismo orden de ideas, se nos viene a las mientes el poema que Al-Gazzali, el gran maestro sufi del siglo XI, escribió, cercana su muerte, sobre el hecho de ser consciente de estar prisionero en el mundo de las formas:

“Soy un pájaro: este cuerpo era mi jaula,
pero me he ido volando, dejándola como un signo.”

Pero, un signo, ¿de qué?. Sin duda alguna, de lo inteligible, esto es, del mundo de lo invisible, de lo que carece de apariencia física. Por lo tanto, el mundo de lo manifestado, de lo sensible, debe ser reconocido como la emanación y el reflejo del mundo espiritual, su imagen imperfecta y perecedera. De donde resulta improcedente confundir la Unidad primordial con la multiplicidad inherente al mundo manifestado, como hace el panteísmo.

Así, pues, Juan Cervera no llega a entender la trascendencia metafísica, quedándose en una inveterada inmanencia cósmica, cuando no, en una emotividad redentora, inscribiéndose en la “salvación”, en la modalidad religiosa y no en la “liberación”, en el ideal metafísico. Es por ello que hipostatiza la naturaleza física en una confusa y desordenada exaltación vitalista, dentro de la diversidad de los instintos materiales y de las pulsiones afectivas. No obstante, ávido también de luz, es un gran poeta del amor, buen amante sin vencimientos. Siempre presto para ir a buscar el calor femenino, ya en el paroxismo de la danza, solicitando la clemencia del éxtasis, ya con pasión erótica, fruto de un sensualismo refinado, que peca de cierta asimilación del eros con el instinto del gozo, cayendo en el hedonismo libidinoso, en la sexualidad pandémica enmascarada, ya que no ha sabido considerar el hedonismo y la perspectiva de una reintegración espiritual, tal como ocurre con los grandes poetas sufis, en los cuales Juan Cervera ha bebido, no obstante, “la fragancia del fervor”. Poetas que veían muy claro el peligro de una “feminización de lo espiritual” o, lo que es lo mismo, un abandono a la dispersión, a la diversidad de lo sensible, casi siempre mostrada como impulso de tipo religioso, en detrimento de la tensión metafísica hacia la Unidad.

Por otra parte, empezamos a ver ahora porqué Rumi mostraba un asombroso desprecio por su poesía, a la que consideraba como ropaje, porque lo único que le importaba era comunicar una gnosis. En cierta manera, daba a entender que una vez separada la escoria de la poesía, sólo el oro de la liberación importaba. De ahí esas suposiciones falsas y superficiales que ponen la poesía al mismo nivel que el Principio Único, son absurdas. De hecho, creer en la poesía como Absoluto es dar gato por liebre, remedio de quienes no creen en Dios, o si creen, al menos, en un dios tan lejano y frío, que más bien parece su creencia una máscara social con la que ocultar su verdadero agnosticismo, tomando como último recurso la poesía como redención de la vida. En este caso, el triunfo de la poesía se convierte fácilmente, por esto mismo, en una derrota del hombre. Así, pues, no basta con afirmar sin cesar la existencia de Dios, cuando, por otro lado, no se duda en compararlo con cualquier objeto manifestado, como si pudiese haber dos realidades esencialmente distintas, lo cual demuestra una falla infranqueable en el espíritu contemplativo del poeta, que le hace tender a encerrar la realidad en uno solo de sus grados: la existencia sensible, con exclusión de la existencia inteligible. ¿No sería mejor poetizar que nada puede situarse “fuera de” o “al lado de” Dios?.

Juan Cervera no va más allá, y por tanto no llega a la gran verdad de que más que buscar a Dios hay que dejarse buscar de Él, para lo cual hay que principiar porque el corazón no se aferre a las cosas de este mundo, es decir, no reducirse a agitar simples “contraseñas”, dentro de un vitalismo exacerbado. Dios es quien nos busca, por lo que es preciso desterrar toda inercia, todo temor, toda duda, pues el mundo no es disonancia, sino armonía, y la existencia no es “inclemencia”, sino “reverencia”. Ante esta incapacidad discernidora, el poeta opta por hacerse mendigo del azul de las nubes, alcanzando en este grado, el título de maestro y liróforo celeste, tal como Rubén Darío llamara a Paul Verlaine.

Finalmente, cabe recordarse la indiferencia de Juan Cervera a los eternismos culturales, su estar al margen de todo grupo, haciendo crecer su escritura en las calles tortuosas del exilio interior, en la elucidación de sí mismo, guiado por la fragancia del fervor (el espíritu de la emoción), que si no define, al menos describe de una cierta manera, gran parte de su obra prometeica, siempre en las antípodas de la poesía abstracta, intelectual, porque no tiene algo definido que decir, reduciendo la poesía a una cuestión de mero recuerdo o emoción. Pero, poesía que acentúa la transmisión, por lo que significa de acercamiento a la intrínseca forma del Ser, y como todo acercamiento, de conflicto medular con uno mismo. Conflicto en el cual, según Keats, surge la poesía o, lo que es lo mismo, la locura apacible.


Antonio José Trigo

[Artículo publicado en la revista “Empireuma”, Orihuela (Alicante), año IV, Nº 12, abril 1988, pp. 34-35]




ANEXO:


JUAN CERVERA

Nació en Lora del Río, Sevilla, España, el 24 de octubre de 1933. Ensayista, narrador y poeta. Radica en México desde 1968. Ha sido director, junto con Joaquín Cano Jáuregui, de La Carpa; fundador de Ediciones Asunción Sanchis; crítico literario; colaborador de NOTIMEX y de la serie “Ocio y Cultura” del Canal 13 de la TV mexicana. Colaborador de El Nacional, El Universal, Ovaciones, y Revista de Revistas. Su obra ha sido traducida al inglés, francés, checo, griego, bretón y japonés.


PREMIOS: Premio Azor de Poesía 1962 por En las nubes, Barcelona, España.
Premio de las Juventudes Musicales Monsen Alcober 1962 por Aguardada Aurora, Palma de Mallorca.
Premio en la Segunda Bienal de Poesía Breve de Correo de la Poesía 1985 por Asómate, Valparaíso, Chile.

OBRA PUBLICADA: Cuento: Los ojos de Ciro, Katún, 1984. || Las 1001 caras de Jano, Proyecto Cultural Chobojos, 2008. || Ensayo: Poesía de México y del mundo, IPN, 1994. || Entrevista: Ajedrez: pasión y misterio, Jaque al rey, 2005. || Pemex en el corazón, Instituto Mexicano del Petróleo, 2005. || Poesía: Canciones del muchacho que veía venir a la muerte, Agem, Madrid, 1960. || Déjame hablar de amor, Cádiz, Arrecife, 1960. || De par en par, Río del Sur, Sevilla, 1961. || Desesperado amor, Tina Jerez de la Frontera, 1961. || Sangre da terra, Panorámica Poética Luso–Hispana, Lisboa, 1961. || Cal viva, Rocamador, Palencia, 1963. || A orillas de un río, Alrededor de la Mesa, Bilbao, 1963. || Extraño amor, Tarayal, Cádiz, 1966. || Por la piel de mi sangre, Carabela, Barcelona, 1967. || Coplas proverbiales, Candil, 1971. || Estoy aquí, ¡miradme!, Finisterre, 1971. || Agonía de la fuga, Caja Rural, Sevilla, 1973. || Evocación de López Velarde, Candil, 1974. || Corre que te corre al corro (disertaciones infantiles con música por dentro), UV, 1976. || Inventado el olvido, Candil, 1976. || Juegos de alquimia, Gob. del Edo. de México, 1976. || Siete cantos a Eloísa y después, Colibrí, 1976. || La gloria del poeta, El Jilguero Niño, 1977; El Zopilote Anciano, 2008. || Muriendo o lo que sea, Colibrí, 1977. || Donde está es de día, Gob. del Edo. de Nuevo León, 1978. || El don de carne y hueso, Azur, 1978. || Si es que muero mañana, Candil, 1978. || El prisionero, Rialp, Adonas, Madrid, 1978. || Vocación de ceniza, UAM, La Rosa de los Vientos, 1978. || Desnudez en el Universo, Delambo, 1979. || Profecías del polvo, Tonathi, 1979; Proyecto Cultural Chobojos, 2009. || Contraseña, Lora del Río, España, 1981; Tinta Joven, Guadalajara, 1981. || Soliloquio sonámbulo por la raíz de danza, Capulín, Lima, 1981. || Sobre las piedras, Delambo, 1981. || Cerezas en el viento, Urpila, Uruguay, 1982. || La locura tiene nombre, Katún, 1982. || Ácido mundo, Luzbel, 1983. || Visión de la ebriedad, Oasis, 1983. || El caos es maravilloso, maravilloso es el caos, Domés, 1985. || Claves de invierno, La Tierra y la Palabra, Claves Latinoamericanas, 1986. || El prisionero, Villicaña, 1986. || Los dioses mueren mil veces, Gob. del Edo. de México, 1987. || Hombre (plaqueta), Julia Niño, 1987. || Testimonios. Sonetos 1957–1986, UNAM, Biblioteca de Letras, 1987. || Señora y Niña mía (sonetos a la Virgen Guadalupana), A. L. Durán, 1988. || Esta sombra que pasa, Praxis/Dosfilos, UAZ, 1989. || Papel de soledad (plaqueta), Candil, 1989. || Tiempo de Lora, Lora del Río, Arceña, Sevilla, 1989. || La luz como una lágrima, La Tinta del Alcatraz, La Hoja Murmurante, núm. 20, Separata de Arte Libertario, 1991. || El soneto, IMC/UAEM, 1991. || Silencios, La Tinta del Alcatraz, Toluca, 1993. || Bucareli, Gernika, 1994. || La realidad no es nuestra, UAEM/La Tinta del Alcatraz, Toluca, 1998. || Carcajadas, Ayuntamiento de Lora del Río, España, 2000. || Sonetos del amor, de la vida y la muerte, Junta de Andalucía, España, 2005. // Obra poética (1960-1985), Tomo I (2006); Obra poética (1986-2003), Tomo II (2007); Obra poética (Hasta 2008), Tomo III (2008) // Haikus, Editorial Amor (Autores Mexicanos Organiados, S.C.), 2007. // Los sonetos del ajedrez, Jake al Rey Editores, México D.F., 2008. // Coplas para el olvido, Jake al Rey Editores, México D.F., 2009.

PÁGINA WEB: http://www.juancervera.com

21/4/10

INSTINTO






INSTINTO


Cuando mi araña
desde dentro
teje mi cuerpo,
lleno la mano
con arena
y me la llevo
a la boca.
Llevo en la tinta
corazón,
y lleno mi alma
de tu seda.


Antonio José Trigo


[Poema publicado en el pliego poético “La Carpa” , México D.F., Año Dos, Cuarta Función, Enero, 1978]


Considero este poema como el primero publicado, aunque en 1977 salió —también en México— uno titulado “La madre”, del que no tengo ejemplares, y con el que gané el 2º Premio del Certamen Literario de los II Juegos Florales de Cazalla de la Sierra (Sevilla), junio 1977.

Comentario de historia







Comentario de historia


Los ecos de otras horas
galopan por los desiertos.

El tiempo regresa
entre actos definitivos
en cada palabra
(después de exorcizarlas),
y luego cantan mil voces
para disimular el tiempo
y después el olvido
entre todos, cada día.


Antonio José Trigo

(Sevilla, 1988)



[Poema publicado en la revista “El Caracol Marino”, Xalapa, Veracruz (México), Nº 134, Vol. XII, Julio-Agosto de 1989]

20/4/10

Poema inesperado a Paco Basallote



Cae la noche en la noche.
Que nadie nos cuente un sueño
para desdecir la cáscara
de toda cosa que tiene corazón.

Nadie interrumpa la luz
que ciega nos impulsa,
sin buscar el perfil a las cosas,
contra lo amargo asaz indescifrable.

Por la oscuridad ancha
sintámonos rondar hacia un punto,
hacia la raíz de antiguos soles;
reintegrarnos al sosiego y a la permanencia
de las cosas huidas que descansan
en paz bajo su nombre.

Girar, girar hacia el centro.
Desplegar el ramo húmedo del alma
en medio de la multitud desconocida.
Cruzar el abismo de las horas
y huir, cómplices, fascinados,
por el vértice azul de la noche
al subcutáneo reino del fulgor.

¿Qué nos queda, pues, sino seguir
recomponiendo las palabras
para empezar a cantar,
lejos de la farsa de los objetos inminentes,
y mirar la piedra y el árbol,
y hacer nuestros los pájaros, las flores;
los caminos, las montañas, las estrellas…?


Antonio José Trigo
(Sevilla, 14 de abril de 1988)




[El poeta Francisco Basallote nació en Vejer de la Frontera (Cádiz), y de él dije en una reseña literaria —a propósito de su segundo libro “Frontera del aire” (1988)—, que su poesía es “la más íntima reacción de poeta aprisionado por su condición humana, quien, al cuestionarse su presencia en la tierra, ´hurgando en la infinita herida / en busca de los enigmas / que la luz escribe / en la misma frontera del aire`, se queda pensativo, meditando y dialogando consigo mismo, entre los cuatro horizontes de su soledad, con tal de entregarnos el secreto vital, la bondad del sentimiento”.
Para conocer más sobre este notable poeta andaluz, pueden dirigirse a este enlace:

http://www.artepoetica.net/Francisco_Basallote.htm]