26/3/09

De la noche propicia (1980-1981)

[De entre mis primeras tentativas literarias o primeros ejercicios poéticos, destaco y salvo esta plaquette que apareció con el nombre de “Cúpula de la noche”, en La Cuerda del Arco, Boletín de Información Poética, nº 7, Lora del Río –Sevilla-, 1987, compuesta por poemas escritos entre 1980 y 1981, y que ahora convengo en llamarla mejor “De la noche propicia”]




De la noche propicia
(1980-1981)


De igual manera que la luz surge de la noche propicia, como algo que estaba dentro de ella, y que al arder, lejos de consumirse se acrecienta, al despreocuparnos del mundo para penetrar en nosotros, descubrimos nuestro vacío de ser, que sólo ha de colmarse con lo que nos supera, al fin y al cabo lo que nos unifica, define y perfecciona.


I

Soy sin haber llegado,
el cuerpo tan herido.
Soy, tengo sed de ser
sucumbiendo ante el sismo
entre la luz y yo,
en un huir continuo
bajo la noche oscura
a espacios inauditos.

Huyo, salgo de mí,
en este instante mismo
de inefable locura
en que todo es tan mío.

Mi espíritu es muy viejo
como piedra de río,
desnudez peregrina
de inmemorial abismo.

Mas sólo, con mi sombra
o término preciso
—polvo, viento, ceniza,
ahondando mis vínculos—,
sólo me encuentro en otro
que está siempre en camino.

(1981)


II

Definitivamente
cuando me quedo solo,
solo, en medio del mundo,
como el agua en el pozo,
ah, me sé no más que
lo que en mi ser ignoro.

¿Puedo decir quién soy?
A lo mejor soy otro.

(1981)


III

La noche, ¡ay hacia adentro!
sin límite, sin olvido,
crece la noche hacia adentro
trasegando lo divino.

Macizo de luz, sin bordes
ya, hacia adentro esculpido
como un firme pulso en pie
transfigurado en su brío.

Ah clara noche, alta noche
en la luz de mi delirio,
honda sombra azul que imanta
mi concavidad de abismo.

Todo sale de la noche,
de esta noche que yo vivo
—noche exacta sin espejo—
sólo, libre, desprendido.

Redonda, la noche asciende
en mis adentros, solsticio,
noche larga, larga, larga,
de mi sombra y mi latido.

Mas hay algo más adentro,
en la perfección del círculo,
donde se encuentra la rosa
que puebla el tiempo del lirio.

Claridades y trasluces
que mueven el torbellino,
verdades y más verdades
que, ciego, ciego, persigo.

Hay un algo misterioso
—¿ilusión de los sentidos?—,
algo hay que viene y que va
a mí mismo de mí mismo.

Todo es posible en mi sueño
como en un bosque perdido.
No hay nada imprevisible
porque todo está previsto.

Mi sueño de ala dormida
está vibrando en el trino,
perfil de nube afanosa
de no estar nunca en su sitio.

La noche, ¡ay hacia adentro!,
crece la noche —alto giro—.
Voz de hombre se precipita.
Todo en el germen previsto.

(1981)


IV

Fiel sombra: cerrada estancia
en donde airean mis raíces,
que urden, como cicatrices,
los espejos de mi infancia.
Sombra en su hueso, en circunstancia
de tiniebla, azogue, herida.
Agua especular, dormida
bajo el árbol de mi sombra.
¡Ah cuánto tiempo renombra
por dejar fe de mi huída!

(1980)


V

El ser que no es ser sentido
en firme recogimiento,
es el cuerpo trascendido
de la sombra que ahuyento.
Es el ángel que predice
mi muerte, que me desdice
el alma, para ser dueño
de mi noche en su palacio,
para llenar ese espacio
que me sostiene en el sueño.

(1980)


VI

Alma, por ir a tu encuentro
cedo ante la noche ciega.
Luz que me desasosiega
tan adentro, tan adentro,
No huyas, que está en el reencuentro
la flor de nuestra existencia.
Rosa justa en transparencia
ascendente; arcano interno
donde hay algo que es eterno
abriéndose a flor de esencia.

(1980)


VII

Se abre el rosal del espejo,
ah, de todas mis edades,
y me descubro —perplejo—
rosa de mis soledades.
La sombra abierta del tiempo,
sin memoria, en entretiempo.
La noche, inquietud de hoguera,
me enceniza el corazón.
Ya sin alma, en conclusión,
me pincha en hueso la espera.

(1980)


VIII

Remontando la corriente
mi corazón ribereño
—junco, mastranzo, beleño—
encuentra por fin la fuente
junto al árbol ascendiente
de mi sombra desvivida.
Voy y vengo, espuma herida,
y con mi ser me encamino
—ser de mi órfico destino—
hasta hallar muerte querida.

(1980)



(Esta plaquette, compuesta con poemas escritos entre los años 1980 y 1981, se publicó en La Cuerda del Arco, Boletín de Información Poética, nº 7, Lora del Río –Sevilla-, 1987)



[De esta época son también estas tres décimas, que quedaron fuera de la plaquette, y que a continuación transcribo]


Sombra de lo absorto soy,
razón de una sinrazón,
buscándome el corazón
allá por doquiera voy.
Dime, madre, ¿dónde estoy?
Mi ser de luz desvivida
cual un dolor de por vida
que se sabe de por muerte.
Sí, madre, mi ser se vierte
en la noche compartida.

(1980)



“… y mi penar en oficio”
Jorge Manrique

Qué raíz de amor abierto
al día, corazón que ama.
Y cómo, por la honda flama
el anublo de lo incierto,
entre lo vivo y lo muerto,
crece sobre el precipicio.
Ya no es verdadero hospicio
y en el asombro convierte
mi vivir en luz de muerte
y mi penar en oficio.

(1980)



El viento en firme moldura,
junto a la fuente sencilla,
da la tierra y la semilla
al alma de la llanura.
Más adentro, hacia la altura,
crece la espiral de la onda.
¡Ah incontenible fronda!
En pájaro se adivina,
y bebe, sube y culmina
en esmeráldica ronda.

(1980)