26/11/08

A propósito de “Estancia de los Detenimientos”

Prólogo de José Kozer a “Estancia de los Detenimientos”


En Sueños de Occam el narrador Alejandro Rossi pregunta: “¿No es una gloria completar un movimiento? ¿No es una gloria volver al centro del cuarto sabiendo que es imposible haber hecho más? ¿No es una gloria prepararse, sin angustias, a rendir cuentas?”

Antonio José Trigo en su “Estancia de los Detenimientos” trabaja, con júbilo, dos espacios: el de la cerrada habitación y el del arco exterior, celeste, cuya parte visible podrían ser las palabras con que se hacen los poemas de este hermoso libro (sin rendir cuentas, sin angustia) y cuya parte no visible podría ser la forja trascendente que conforma el aura de sus poemas.

Y por igual, nuestro poeta, complementando y completando el júbilo doloroso y difícil de la escritura, abarca la tradición de su milenaria Andalucía árabe (punto de partida) y el rostro aún no visible de la modernidad, cuyo lenguaje se entrevera a la tradición; una tradición no detenida sino viva; y que precisamente en estos poemas, en sucesión, se entrecruza, vivificadoramente, con lo nuevo, lo actual, reuniendo, completando el arco, fundiendo visibilidad y no visibilidad, en evocadoras estructuras, en suavizadas escenas del Espíritu, aromáticas estancias del ser que se busca cantando y que alrededor de su propio eje circula, no narcisísticamente sino para orear el alma, dejando que trasude sus reminiscencias, de tradición y novedad.

Poemas que parten de la comunidad, comunican, y desde sus propios flejes en reverberación , crean comunión: la del individuo (poeta) entrañado en su comunidad; la de la comunidad (poesía) entrañada en la totalidad (historia, cosmos, destino). Y con ellos, “Todo queda iniciado. El fin huye”, que es un modo nuevo y categórico, un modo fuerte de decir lo viejo, y categórico: ha de haber una iniciación (y nada mejor para ello que la soledad de la estancia) y desde ésta, luego de los recuentos, ha de haber un detenimiento (armonía) que nos revele que no era el fin la esencia de la búsqueda sino, sencillamente, la necesidad de oír, celestial y detenidamente, “la secreta conversación / del agua sin el agua, de la rosa sin la rosa, / del aire sin el aire, para ganar mi certeza”. Revelación zen (satori), sencillez absoluta, sumaria, pero no simplificación. La rosa inmortal y esencial de Rilke ha sido renovada.

Bécquer, centro moderno de la tradición andaluza, española, universal de que participa Antonio José Trigo, ha sido renovado: (Bécquer, “Saeta que voladora / cruza, arrojada al azar, sin adivinarse dónde / la flecha se clavará” —Rima II); (Antonio José Trigo, “Cruza la flecha el fondo avaro del espacio”): el puente entre ambos es claro. Hay destino pero no un destino; hay pulso y lanzamiento pero no blanco ni objetivo (mucho menos, aspiración a una diana de recompensas, triunfos, vanaglorias). O dicho de otro modo, de nuevo recurriendo a las palabras del poeta Trigo: “como el vino es el discurso de la copa” que es un modo nuevo, tradicional, de decir que en esta estancia lo detenido (copa) y lo incontenible (discurso) se cruzan en quietud, se estabilizan en movimiento perpetuo, poético, en un vino que puede reposar y alcanzar forma, una forma, en su contenido, o puede derramarse o ser derramado para el júbilo del cuerpo, del espíritu lector.

José Kozer



“Con prólogo del poeta José Kozer, Antonio José Trigo, acaso uno de los más sorprendentes poetas jóvenes iberos (n. 1961, Sevilla), en un poema de XIX cantos logra verso a verso penetrar con su palabra en las zonas híbridas del ser y del no ser, de lo poético como vivencia y la poesía como escritura, para negarle al hombre su sed de razones, de explicación para cuanto lo rodea. Acá, la urdimbre del poema tiene como fin develar al poeta en su actitud creadora. En su relectura, sólo en ella, aclara el lector cuanto le revela el poeta, iniciado en las supremas vaciedades del sufismo literario”

(Humberto Senegal, en la revista Kanora, nº 31, Año 7, julio-agosto-septiembre 1992, Calarca Quindío, Colombia, p. 32).




“Es un libro bellísimo, maduro, (…) es uno de los más bellos libros de España. (…) Se percibe, a primera vista, y comparándolo con tus libros anteriores (sobre todo con el primero, pues el segundo, que es una plaquette era como un paréntesis) que sabes exactamente lo que deseas, y que, sobre todo, lo has conseguido, sin (y esto es también interesante) abandonar aquello que constituía tu primer libro. Pero este está enteramente maduro. Como dices en tu poema IV:
“como el vino es el discurso de la copa
o por lo menos el de la transparencia”

(Enrique Verástegui, escritor y poeta peruano, en carta personal al autor, fechada en San Vicente de Cañete —Perú— el día 3 de noviembre de 1990)



“Antonio José Trigo es un poeta valiente que se niega a reconocer las poéticas “geniales” que la crítica impone y se resuelve contra ellas para reivindicar un mayor compromiso con la palabra lejos de todos esos aburridos sonsonetes que conquistan los mayores laureles, Trigo lucha por despertar a la poesía de su letargo; acusa a los más jóvenes poetas de estar convirtiéndose en simples funcionarios al servicio de las grandes editoriales y les insta a la rebelión. Como el cuento, Trigo se niega a reconocer el inexistente traje invisible que, según una crítica oportunista, adorna a la poesía actual y que todos simulan ver; de esta forma descubre el engaño. Su mejor arma es “La Cuerda del Arco” que bajo su dirección se tensa para arrojar los dardos contra el oportunismo poético. Una revista que ha acogido a poetas hispanoamericanos, cuyos versos poseen la frescura y el vigor necesarios para que la poesía siga latiendo.
Pero mucho nos tememos que Antonio José Trigo predica en el desierto. La excesiva tolerancia que impera en nuestra sociedad ha afectado también a la poesía. Ya han pasado a la historia las disputas acaloradas, los encendidos manifiestos, las reivindicaciones apasionadas; por consiguiente, las denuncias de Trigo son por lo general ignoradas, y su obra corre el peligro de ser condenada al ostracismo. Sin embargo, al leer su poesía y sobre todo “Estancia de los detenimientos”, comprendemos que Antonio José Trigo no es un poeta dogmatico. Sabe decir lo que siente, sin abusar de tópicos, ni de absurdas lindezas y mucho menos de inútiles piromanías, apartándose con sumo cuidado de todas las tendencias que el estrechan el terreno. Bucea en la tradición hasta encontrar la lucidez y la sabiduría; la sensualidad y el alborozo que dimanan de las culturas milenarias. El camino para llegar a “Estancia de los Detenimientos” ha estado cuajado de obstáculos. La evolución ha sido lenta pero segura. De sus primeros poemas que leía hasta los últimos hay una gran superación, un mayor conocimiento, y por lo tanto, una mayor exigencia con su propia obra y con la de los demás poetas.
“Estancia de los detenimientos” es en realidad un poema dividido en diecinueve cantos jubilosos, desprovistos de patetismo, sin que por ello deje de asomar la queja dolorida por la situación del poeta y de la poesía. Poemas que en palabras del auytor del prólogo y excelente poeta, José Kozer, “parten de la comunidad, comunican, y desde sus propios flejes en reverberación, crean comunión: la del individuo (poeta) entrañado en su comunidad; la de la comunidad (poesía) entrañada en la totalidad (historia, cosmos, destino)”. Hermosas palabras para un hermoso libro que, cimentándose en la mejor tradición, logra crear una visión completamente original, con una depuración y una hondura difíciles de encontrar en la actualidad”

(José Luis Zerón, reseña crítica en el nº 17 (primavera de 1991) de la revista “Empireuma”, Orihuela —Alicante)

"Antonio José Trigo, ´Estancia de los detenimientos´(Sevilla 1990): ottima testimonianza della vis poetica della lirica andalusa: sono versi che meglio rappresentano la personalità di questo Poeta, che in questo suo poema sa meravigliosamente esprimere la forza trascendente del pensiero umano e unisce la tradizione alla modernità in una perfetta osmosi" (Leo Magnino, en "La Cultura nel Mondo", Anno XLV, Aprile-Giugno 1991, pág. 71)